Editorial: A dos años de aquel inolvidable 9 de junio para DEPORTES TOLIMA




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No hay fecha más esperada por el hincha del Deportes Tolima que la de hoy, 9 de junio, día en que escribió con letras de oro su nombre en la historia del fútbol profesional colombiano. No hay un hincha del 'Vinotinto y Oro' que no recuerde en dónde estaba y con quién celebró el penal convertido por el chocoano Marco Johnnier Pérez Murillo, a las 9:24 p.m. de ese inolvidable sábado de 2018, en el que -por fin- se alcanzó la segunda estrella, fugaz en 2006, 2010 y 2016.

Dos años después de sufrir lo inimaginable, de ganarle una partida al destino, que caprichoso quiso que fuera a los 90+3' y no antes el momento cumbre, el recuerdo permanece intacto en los aficionados, quienes ante la falta de fútbol por la cruda pandemia del COVID-19 se han aferrado a esta conmemoración para salir del aburrimiento y la incertidumbre. Sí. Ya son tres meses sin ver al equipo en acción, en una sequía de la que no se tiene antecedente  cercano y que parece extenderse.

Es por esto que en las redes sociales se nota -tal vez- más euforia que la expresada hace un año, tras los primeros 365 días de la hazaña del Atanasio Girardot. Todavía resulta increíble cómo el 'Pijao' revirtió la mano y dio un certero golpe al ego paisa, que no hubiera imaginado ni el más talentoso de los libretistas de una película de suspenso. Y lo más sorprendente es que desde entonces su rival no ha podido levantarse, pues fracasó en las ediciones de la Liga en 2018-2, 2019-1 y 2019-2.

¡Ay, Danovis Banguero Lerma! No tiene idea de lo que representa su conquista para miles y miles. Y más allá del incentivo económico por ganar, tema que puso sobre la mesa en días pasados Wílder Medina, quien en su momento dijo sentirse desmotivado para ir de frente por su consagración, la hinchada le agradecerá el haberlo intentado hasta el final. El nunca bajar los brazos y junto a un grupo guerrero dar una fuerte lección al elenco que, sin jugar, se creyó invencible en su propia casa.

Ni qué decir de Álvaro David Montero Perales, quien a 731 días de esa proeza aún se erige como el guardián de los tres palos del elenco de Ibagué. En la noche más importante de la década que va terminando apareció para ayudar a cuajar ese sueño estéril y esquivo. De seguro Reinaldo Lenis y Vladimir Hernández tienen pesadillas al recordar cómo este portento de dos metros se encargó de dejarlos en su 'plata' ante su propia gente. Eso, querido guajiro, los 'Verdes' no lo olvidarán.

Fáiner Torijano, el encargado de alzar la Copa; Ángelo Rodríguez, cuyos goles metieron al equipo en la gran final; Rafael Robayo, liderazgo puro; Robin Ramírez y su oportunismo en campo contrario; Julián Quiñones y Luis Payares, rendidores en el fondo; Juan Guillermo Arboleda y Nilson Castrillón, gregarios de lujo; Yohandry Orozco y la 'Perla' de oro, y tantos otros, encontraron la sapiencia y serenidad del samario Alberto Gamero, quien volvió para saldar una cuenta pendiente.

"Hace dos años tu ArrogaNcia murió", se leyó en la madrugada en la 'Musical'. Nada más cierto. Atrás quedó la famosa pancarta en el Olaya Herrera, las copas esparcidas en la cancha y el bus ploteado con la fantasmagórica estrella 17. La realidad es una sola: A los rivales se les respeta, no se les teme, y eso hizo el conjunto tolimense. El 0-1 de la ida, clavado por un hijo de la 'Tierra Firme' como Dayro Moreno, hoy apenas es una anécdota de lo que, por fortuna, no fue. ¡Gracias, Dios!

La 'Tribu' mandó a buen retiro al experimentado Alexis Henríquez, quien se despidió del fútbol competitivo repitiendo, una y otra vez, que Tolima no era su 'papá', a modo de catarsis. Pudo haber ganado la mismísima Copa Libertadores de América, como en efecto lo hizo, pero algo de él murió esa noche en la que fue burlado por Sebastián Villa. Él lo sabe, aunque si tiene dudas puede mirar los videos de los encuentros posteriores, en los que también quedó al borde del ridículo.

Las redes sociales volverán a 'inundarse' de los videos de aquella épica definición. Los hinchas 'desempolvarán' sus relatos y se entregarán al éxtasis, como en esa jornada premundialista. La dicha de haberle arrebatado un trofeo al más veces campeón, al del invicto de las 35 fechas en su cancha, al de los 11 partidos sin recibir gol en su suelo y que estaba presto a dar la vuelta olímpica antes de ese decisorio tiro de esquina, no nos la quita nadie. Así pase toda una vida delante de nuestros ojos.

Aquel, por siempre y para siempre, bendito 9 de junio.











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