Editorial: La vida que nos cambió en 523 días




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¡Quién lo iba a imaginar! Tuvimos que esperar 523 largos días para volver a ver al equipo de nuestros amores desde el coqueto Murillo Toro, sin duda nuestro lugar en el mundo. A absolutamente nadie se le pasó por la cabeza un panorama tan adverso como el que hemos vivido, pero después de un sinfín de momentos recolectados, algunos inolvidables y de festejos únicos, y otros de grandes decepciones, hoy podemos decir con alegría: ¡Qué lindo es volver a verte, glorioso Deportes Tolima!

Desde aquella noche del 8 de marzo de 2020, cuando un soberbio disparo del volante Daniel Cataño infló las redes del arco sur del 'Coloso de la 37', en la victoria (1-0) frente a Patriotas, todo cambió. Los aficionados, eso sí pocos, como era la costumbre, tuvieron que dejar al equipo con la ilusión de empezar un nuevo sendero hacia la tercera estrella, de la mano del temperamental pero honesto Hernán Torres Oliveros, quien tras nueve años, y con una base de jugadores prometedora, asumía el mando.

La lucha por conquistar de nuevo el título le fue estéril, durante tres torneos seguidos, al samario Alberto Gamero, quien decidió tomar nuevos rumbos en su trasegar. Pero el fútbol, tan caprichoso, le negó de nuevo al 'Sonero' la consagración ante el equipo que hizo grande, y -en cambio- le tenía reservado el éxito para un hijo de la 'Tierra Firme'. Y quizá cuando menos confianza se tenía en el proyecto deportivo, y las críticas eran el 'pan de cada día' en las redes, la gloria por fin reapareció.

Lo que antes era un imposible, hoy es una linda realidad que está bordada a pulso en el escudo. Lo que costó 49 años, gesta que se repitió después de una década y un lustro, ahora se revalidó luego de 36 meses. Las atajadas de Álvaro Montero, la solidez de Sergio Mosquera, el sacrificio de Juan David Ríos y la magia de Juan Fernando Caicedo, entre otros, cristalizaron ese anhelo reprimido. Y en una plaza difícil, y ante uno de los 'gigantes' de la historia del balompié nacional, se dio la vuelta olímpica.

Cuánto hubiéramos dado por estar en esa infartante definición. Pero esta 'nueva normalidad' quiso que fuera una disputa en el silencio, con el cemento como espectador de lujo. Y que los gritos de celebración tuvieran un extraño eco, ante el desconcierto de los rivales, mientras la locura se apoderaba de cada uno de nosotros a la distancia. Jamás contemplamos ser protagonistas, desde el televisor, de una instancia en la que siempre éramos invitados de lujo. Pero con todo y ello el orgullo fue nuestro. 

Hoy algunos de los nuestros no estarán. Al menos de manera física, porque seguro tendrán su puesto asegurado, en primera fila, desde la tribuna más alta. Este virus, este maldito virus, nos ha costado más que lágrimas, y para muchos de nosotros ha sido la prueba más dura que el destino nos ha puesto. Pero será por ellos, y por lo que significó en vida su pasión, que hoy volvemos más fuertes que nunca. Eso sí: Sin olvidar, en ningún instante, que de nosotros depende que esta cruel pesadilla termine pronto. 

¡Volvimos, carajo!

Foto: Dimayor












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