¡Lágrimas de orgullo! DEPORTES TOLIMA está en la semifinal de la Liga Águila 2 2015




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Por: Mario Alejandro Rodríguez

¡Gritos de júbilo!¡Lágrimas de felicidad! ¡Abrazos interminables en una noche que quedará marcada en nuestras vidas! Las palabras sobran para describir el sentimiento de orgullo que hoy embarga a todos los que somos hinchas del Deportes Tolima, a quienes la vida nos puso una nueva prueba de fidelidad, que fue superada con creces. 

El 'Vinotinto y Oro', ante más de 20 mil almas en las tribunas del remodelado estadio Manuel Murillo Toro, dio muestra de hidalguía y con amor propio, ese del que tanto les pedimos en momentos de dificultad, sacó avante una clasificación histórica a la semifinal de la Liga Águila 2 2015 ante un muy digno Once Caldas, que vendió cara su derrota.

Jonathan Estrada puso a soñar al minuto 3 a todo un departamento; pero sobre los 41' otro Jonathan , de apellido Lopera le aguó, por casi una hora, la fiesta a la parcial local con un tanto de otro partido, que sacudió fuerte tanto a hinchas como jugadores.

¿Y es que quién de nosotros no miró con desespero el reloj una y otra vez? ¿O se agarró la cabeza de la angustia? No importa, después de 97 minutos (47' en el primer periodo y 50' en el segundo), la recompensa a tanto esfuerzo llegó, ¡y de qué manera!

Dios es inmenso, y cuando todo parecía perdido y la frustración comenzaba a notarse en miles de Pijaos, Andrés Ibargüen (90+2') y Didier Delgado (90+4'), con la ayuda del zaguero uruguayo Hernán Menosse, nos llevaron del infierno a la gloria, tan efímera pero reconfortante. 

La expulsión de John Fredy Salazar (90+1') ayudó a la épica remontada, con la que nos quitamos un lustro sin victorias frente a los caldenses en nuestra propia casa. Sí. La última que viene a nuestra mente fue la alcanzada en la noche del 15 de diciembre de 2010, en el primer sorbo de la final de la Liga 2, cuando nos impusimos por 2-1.

Sin contar que el árbitro Ulises Arrieta, de regular actuación, le perdonó la vida al charrúa Menosse. O sino...

Ahora, la 'Tribu' espera en la semifinal por Junior o Santa Fe, serie que se definirá este domingo (5 p.m.) en el estadio Metropolitano de Barranquilla. De avanzar los 'cardenales', quienes por ahora ganan la llave 2-1, las fechas se correrán debido a que este miércoles disputarán el juego de vuelta de la final de la Copa Sudamericana.

¡Página de oro!

Cuando pensamos en este duelo, de entrada se nos vino a la mente el agónico 3-3 del 31 de agosto de 2014, frente al mismo adversario, cuando igualamos un 3-0 en solo 12 minutos y a uno que otro se nos aguó el ojo con el tanto del uruguayo Héctor Acuña. Pues bien, lo que vivimos en el 'Coloso de la 37', tras ocho meses de inaguantable espera, no se compara en nada con lo que pasó aquella noche. ¡Fue sencillamente de héroes!

La fiesta comenzó desde tempranas horas, cuando en los alrededores del máximo escenario deportivo de los ibaguereños nos dimos cita para buscar lo que creímos fuera más cómodo: El tiquete a la semifinal de la Liga, tras los duros reveses en la Copa Sudamericana y la Copa Águila, torneo en el que defendíamos el título.

Los colores de Ibagué en las tribunas de occidental y oriental rápidamente desaparecieron ante la gran cantidad de hinchas que fuimos partícipes de esta jornada. Poco importó el inclemente sol, ni las incomodidades vividas en las puertas de acceso: Ningún sacrificio era excesivo para cumplirle la cita al amor de nuestra vidas.

Y en la víspera, con la ansiedad a flor de piel, los que armaron la fiesta fueron los muchachos de la Revolución Vinotinto Sur. Un hermoso telón se divisó a lo lejos, en el que un imponente lechón fue el principal protagonista; símbolo de esta afición aguerrida y sufrida que lucha unida por un campeonato más.

Luego de los himnos, vino el pitazo inicial. Arrieta puso a mover la redonda y a partir de entonces vivimos un frenesí de emociones, sin control ni piedad de nuestro golpeado corazón, aún valiente a enfrentarse a nuevas ilusiones. Y muy temprano, los Pijaos dieron un pequeño aviso de lo que se aproximaba; pero el minuto 3 que el Murillo Toro volvió a explotar, tras 251 días de emoción contenida, en un grito ensordecedor.

El volante antoqueño Jonathan Estrada rompió el celofán a los 3 minutos. Y lo hizo en una hermosa pared con Andrés Ibargüen y Matheus Uribe. Toco y voy, así de claro. El 'Calvo de oro' no lo pensó dos veces y ante la presencia del guardameta José Fernando Cuadrado le definió cruzado. ¡El Murillo Toro se quería caer!

Pero como todo lo nuestro, sufrido, vino el golpe que por poco nos mata la ilusión. Minuto 41. Johan Arango estrelló el balón en el travesaño ante la impotente mirada de nuestro arquero, el paraguayo Joel Silva. Y cuando aún digeríamos semejante tramacazo, apareció de la nada Jonathan Lopera, quien a pase de John Fredy Salazar, la mandó a guardar. Quedamos mudos, casi nos damos por vencidos. La impaciencia comenzaba a hacer mella.

Más aún en el segundo tiempo. En cada jugada, era evidente en el grupo de jugadores la enorme presión de no defraudar. Y es que a decir verdad, esta etapa no arrancó bien. O sino basta con recordar el botellazo al defensor blanco Hernán Menosse, que retrasó por algunos minutos la reanudación del encuentro. Luego, lo que vino fue electrizante. No apto para cardíacos, según reza en el argot futbolero.

Cada falta era reclamada de forma vehemente desde la tribuna y en el césped. Incluso esa de Menosse -Sí, hay que nombrarlo varias veces en esta historia- que de forma descarada fue perdonada por el juez central, con lo que evitó la segunda amarilla, y por ende la expulsión. Cada balón perdido por la mala entrega nos ponía los pelos de punta. Pero con todo y ello, el aliento fue el mismo. ¡Vamos muchachos! ¡Hoy hay que ganar como sea! ¡Sí se puede! y tantas otras frases más cayeron al campo, como bálsamo ante la adversidad.


Creímos por un instante que el profe Alberto (Gamero) había perdido su libreto. Se nos hizo extraño ver que pusiera, sin más ni más al terreno, al guaraní Robin Ramírez por Uribe (63') y a su coterráneo Rogerio Leichtweis por Avimiled Rivas (66'). ¡Se nos vino la noche, nos van a atacar sin piedad!, exclamamos. Pero no, nada más lejos de la realidad, porque con la modificación de John Méndez por Pérez (77), la intención fue siempre nuestra; aunque eso sí, sin orden ni pausa.

A quienes pedían dos delanteros, Gamero les dio gusto. Pero no por tener más hombres arriba llegan los goles, decíamos quienes algo entendemos de sus planteamientos, por lo que intuimos un genuino acto de desespero. ¿Pero importaba acaso ello cuando las manecillas era implacables con nuestro deseo? ¡Había que arriesgar!

Todo parecía tener lógica, de no ser porque el balón se resistía a entrar. Casi nos descabezamos a los 71', con el increíble postazo que tuvo Robin solo frente al arco. O cuando Andrés Ibargüen, quien se atrevía siempre a hacer una jugada de más, le negaba el útil a un compañero que a nuestro juicio estaba mejor ubicado. Eso sí, nos salvamos en el contragolpe de ser liquidados -al menos en dos ocasiones- por lo que la suerte parecía echada.

Pero Andrés no se rindió, fue persistente y ya en la agonía, en el tiempo de misericordia que el cuarto árbitro había mostrado en su tablero (5') nos robó una que otra lágrima. Aunque más que perserverante, pecó de atrevido e irrespetuoso. Minuto 90+2', tomó el balón en sus pies, encaró, se despojó de la pantalla de tres rivales y como en Bogotá aquella noche del 12 de noviembre de 2014, nos regaló una auténtica joya. ¡No lo podíamos creer! ¡Estábamos vivos! Mientras él corría de felicidad, nosotros nos fundíamos en abrazos colectivos. El !Sí se puede! volvió a escucharse, esta vez sin cesar.

Pero aún faltaban más emociones. Extender la serie hasta los cobros desde el punto penal ya era un logro. Pero la entrega de este plantel no merecía ser expuesta a semejante injusticia y fue la suerte, encarnada en los pies de Didier Delgado, la que se abrió paso por el espinoso camino.

Minuto 90+4' y el lateral, sin querer queriendo, sacó un potente remate a portería, que contó con la ayuda providencial de Menosse. Los ojos de más de 20 mil personas estaban puestos a esa acción. Y cuando el charrúa atravesó su pierna -en un acto de justicia divina- y venció a su propio arquero, de inmediato explotamos en llanto. La fe que mueve montañas esta vez arrastró a 16 guerreros hacia una nueva proeza, justo en ese Minuto de Dios.

Como en 2003 en la semifinal ante Nacional cuando Ciciliano nos llevó a la gran final, Tolima nos daba una fiel muestra de que la esperanza está hasta cuando el silbato del árbitro lo permita. Didier ya tenía lista su dedicatoria, un corazón se dibujó en sus manos, con destino a su garrochista de oro, la tolimense Giseth Montaño. La nuestra también estaba preparada: Una mirada al cielo en señal de agradecimiento bastó para sellar una noche inolvidable.

Así formó:

Deportes Tolima: Joel Silva; Didier Delgado, Dávinson Monsalve, Fainer Torijano, Ómar Albornoz; Avimiled Rivas, Wílmar Barrios, Matheus Uribe, Andrés Ibargüen; Jonathan Estrada y Marco Pérez.

Cambios: Robin Ramírez por Uribe (63'), Rogerio Leichtweis por Rivas (66') y Jhon Méndez por Pérez (77').

Técnico: Alberto Gamero


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