. Editorial: No hay excusas para el fracaso



Editorial: No hay excusas para el fracaso




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Nosotros no vamos a sacar el paraguas para justificar el fracaso. Ni tampoco vamos a decir, por ejemplo, que la nómina era muy reducida para afrontar la Copa Libertadores. La historia del Deportes Tolima en el torneo continental se resume en la falta de capacidad para sacar adelante un resultado adverso, aun cuando su archirrival se prestó para ayudarle sin ser esa su obligación.


La falta de jerarquía en los momentos más determinantes ya exaspera hasta al más paciente de los Pijaos. Es inconcebible la forma en que los objetivos se escabullen, o mejor, la manera como el plantel renuncia a pelear por ellos. Y no permitiremos que los jugadores, cuerpo técnico y dirigencia se escuden de nuevo en que hicieron todo lo posible por lograr el paso a los octavos de final. No. Porque de ser así, todavía estaríamos celebrando la hazaña planeada en Asunción.

Es claro que en el Manuel Murillo Toro se perdió en un alto porcentaje las posibilidades, al dejar ir seis puntos de nueve posibles, pero también que en el último partido, ante el más débil del Grupo 6, Tolima tuvo todo servido y fue incapaz de obtener el triunfo. Así de simple. La meta no se cumplió y Gabriel Camargo, a quien le importa más el pensar del hincha contrario a su divisa, perdió unos cientos de miles de dólares, situación que con seguridad lo tiene con guayabo físico y moral.

¿En qué se falló? Es la pregunta a resolver, aunque en nada servirá si la idea es quitarnos el sabor amargo de la derrota. Pero en honor a la verdad y la autocrítica que le hemos visto al técnico Carlos Castro, primer responsable de la eliminación, es bueno que todos comiencen por reconocer ante la afición qué dejaron de hacer en el partido más importante del semestre. Será a partir de esta reflexión, que no sólo es para los micrófonos, cuando se empezará realmente a corregir las fallas y a complementar las falencias.

A su vez, la falta de un verdadero líder en el campo jugó un papel determinante en este duro revés. Desde lo futbolístico, el lugar que dejó el cartagenero Christian Camilo Marrugo en el onceno inicialista no se ha suplido y en cuanto a liderazgo, pese a que Antony Silva asumió la responsabilidad de ser el capo ante sus compañeros, lo cierto es que -a nuestro juicio- no ha representado la voz del técnico en la cancha. No sólo se es capitán por antigüedad. Silva la tiene, pero no la ha hecho valer.

Pero no sólo falta un líder innato entre la plantilla. También se carece de coherencia en las decisiones que se toman desde lo administrativo y que directamente repercuten en lo deportivo. Aunque lo hemos dicho hasta la saciedad, no está de más recordarlo: si la cabeza de la organización no es clara en sus determinaciones y no trata a sus integrantes de forma respetuosa (incluidos los hinchas) no habrá resultados exitosos, por más que los estímulos económicos sean bastante altos.

Ahora sólo queda salvar la campaña en la Liga y en la Copa Postobón. Y no de cualquier manera, sino siendo protagonistas en las instancias determinantes. Porque este grupo no puede pasar de agache cuando su misión es reivindicarse, luego de haber fracasado rotundamente en la Libertadores. Para Castro, quizá, sería la última oportunidad para demostrar sus capacidades como orientador en este ciclo, que comenzó en agosto del año anterior y que después de ocho meses no ha entregado lo mejor de su cosecha.












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