Una decisión por la que pagarán “justos” por “pecadores”




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Por: Mario Alejandro Rodríguez ([email protected])

La decisión de la Dimayor de prohibir el ingreso a las hinchadas visitantes, suspender la venta de boletería a las mismas y el uso de cualquier objeto que pertenezca a los equipos foráneos en los diferentes estadios donde se lleva a cabo de manera profesional en la división A era una determinación que se venía venir, no por la convicción del ente rector del fútbol colombiano ante estas determinaciones, sino por la inmensa presión ejercida por los medios escritos, televisivos y radiales en pro de que se tomaran medidas contra esta seria problemática que afecta al espectáculo del balompié nacional.

Con estas normativas está quedando demostrado que las anteriores iniciativas contra la violencia y la agresión en el fútbol, hasta el momento no dio los resultados esperados. La Comisión Nacional para la seguridad, comodidad y convivencia en el Fútbol al parecer no ha brindado las garantías deseadas por el organizador del juego organizado, como tampoco lo ha hecho la Ley 1270 de 2009 (Tal vez ésta ultima por falta de una correcta aplicación.)

¿Y quién es el gran perdedor con las drásticas disposiciones optadas por la División Mayor del Fútbol Colombiano? Pues el ser honesto, trabajador, que ve en el deporte rey un divertimento los fines de semana para su entretención y la de su núcleo familiar al lado de un sentimiento, quizás cultivado sanamente por generaciones, y que podría perderse debido a unos pocos.

Vale la pena hablar, A FAVOR DE LOS AFICIONADOS PACÍFICOS Y RESPETUOSOS DE LAS DIFERENCIAS que estas decisiones van en contra del derecho a la libre expresión y al libre desarrollo de la personalidad del individuo y al derecho de la libre movilidad, consagrados en la Carta Constitucional de 1991. Sin embargo, los reiterados hechos vandálicos por los que ha tenido que transcurrir el país futbolero nos ha llevado hoy a ver como los “justos” tendrán que pagar por los verdaderos culpables de este complicado asunto.

Como aquellos espectadores que acostumbraban a ir con sus familias por fuera de las ciudades, no van a poder hacerlo con libertad como acontecía antes, por culpa de personajes que creen que la mejor forma de demostrar valentía, autonomía y defensa frente a su prójimo es con un puñal empuñado en su brazo, o como sucedió en la capital del Quindío el sábado anterior, con un barrote de metal en la cabeza de un agente de la autoridad.

La responsabilidad de que hayamos permitidos llegar a este neurálgico punto es enteramente nuestra, porque anteriormente (cuando todavía el mal no adquiría su mayor fuerza) no le pusimos trabas a que estos hechos delincuenciales que han dejado decenas de muertos en la historia trágica del FPC y no sentamos con hechos nuestra voz de protesta ante semejante forma de intolerancia.

Una realidad si es clara: le cedimos el espacio reservado a los buenos hinchas a los mismos que hoy enlutan y hacen ver feo lo que debería ser una fiesta. Ahora ellos, los que extorsionan jugadores pidiéndoles “colaboración” (sea en dinero o en especie como camisetas, boletas, etc.) son los “dueños y señores” del escenario natural de un buen hincha; no el que sigue a todas partes a su equipo, sino el que sabe RESPETAR y CONVIVIR con su rival en el campo de juego.

La policía, como organismo de control tiene gran influencia en estas opciones tomadas para contribuir al mejoramiento del espectáculo ofrecido a la comunidad, ya que al no haber leyes que castiguen los actos cometidos por los menores de edad (frecuente violador de las normas) apoyan estas medidas represivas como ÚNICO método para combatir el “cáncer maligno” que ha podrido la paz y la sana convivencia.

Para algunos la opción tomada ayer en Dimayor es una salida facilista, mediocre del razonamiento humano y por demás absurda. Para otros es la ÚNICA medida capaz de combatir seriamente estos incidentes presentados en el fútbol, que aunque tardía, puede devolver la tranquilidad perdida y el terreno regalado a los vándalos que enlodan el “show” y la fiesta del deporte insignia de los colombianos.

Que no se vayan a confundir los despistados que creen que con este pensamiento se les está señalando y satanizando su personalidad, como suelen decir siempre que se hablan de estas temáticas. En la conciencia de cada cual queda su obrar (si ha sido el adecuado) y su posición al respecto; y si es JUSTO que los buenos paguemos por lo que hacen unos cuantos desadaptados.











Alhêjo

Estudiante 5 Semestre COMUNICACIÓN SOCIAL - PERIODISMO Universidad del Tolima, Ibagué

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